martes, 11 de diciembre de 2012

Tiempo de Fiesta MÉXICO



CHILE

Roberto Vera
Jaime San Martín
Luis Guerra
Sebastián Escalona
Diego Barrenechea
Sebastián Domingual
Jaime San Martín
Hugo Leonello Núñez
Karen Bórquez
Néstor Olhagaray
Akeme Paz
Roxana Pey
Elena González
Martín La Roche
Carlos Flores del Pino
Juan Céspedes

MÉXICO
Manuela García
Moisés Regla
Ary Erhenbeg
Pablozeta -España-
Sonido Confirmación Daniel Alvarado + Rex Bantron
Colectivo Oso
Michel López Murillo -Colombia-

ECUADOR
Olmedo Alvarado
Larissa Marangoni
Juan Pablo Ordóñez
CUCO (Cultura Contemporánea)
Carlos Vargas
Carlos Carrión
Adrián Washco
Blasco Moscoso






martes, 18 de septiembre de 2012

Tiempo de Fiesta



TIEMPO DE FIESTA
“No se trata sólo de estar uno junto a otro como tal, sino de la intención que une a todos y les impide desintegrarse en diálogos sueltos o dispersarse en vivencias individuales”
Gadamer
El propósito de este proyecto ha sido desbocar el tema de la fiesta muy propio de la teología y últimamente de la antropología, para poderla entender a “la fiesta” tal como lo hace Gadamer[1], como el proceso comunitario más completo en donde se desarrollan tiempos que desvirtúan el objetivo egoístamente individual que nos presenta el tiempo enajenado del trabajo, hacia una -en términos Kantianos- “finalidad sin fin”; que nos ha llevado a comprender el tiempo de fiesta como un instante (tiempo indeterminado), en donde se tejen estrategias críticas y dispositivos conceptuales que fluyen entre el goce celebrativo propio de quien disfruta su “tiempo de la fiesta” así como de la estructura misma de la fiesta, estructura caótica representada en lo absurdo, lo burlesco y lo irónico, como materia prima con la que se gesta este divertido proceso, para desarticular (al menos por este instante) los juegos del poder siempre presentes en el tiempo del trabajo cotidiano.
En este sentido “el carnaval” como tiempo de fiesta, tal como lo proponen los “Estudios culturales latinoamericanos” o la carnavalización literaria según Mijail Bajtín es un discurso polifónico que entraña un sentido de subversión, que por supuesto conlleva al advenimiento de una diferente “episteme” que inaugura una  “nueva figura de razón” y que por lo menos en el “tiempo de fiesta” se torna un discurso intertextual cuyas variadas voces (hipertexto) se superponen en un dialogo polífono caótico que desdibuja la identidad, transformando al ser que participa de la fiesta por este lapso de tiempo en lo que en palabras de Robert Park denomina como "híbrido cultural"[2], hibridez que refleja el estado del ser latinoamericano actual y que surge como eco de la contribución de la teoría poscolonial sobre todo de Homi Bhabha y luego de García Canclini.
Por ello, la estructura temporal de la fiesta no se sostiene bajo la lógica del trabajo que pretende un fin y una meta, la fiesta en el plano simbólico del arte como de la cultura, descansa sobre una estructura que no es la frecuentada por la lógica del capital y no está sujeta a un cómputo abstracto o un empleo del tiempo cotizado bajo un valor monetario, la fiesta simplemente se goza y en eso radica su fortaleza.



[1] Gadamer, Hans-Georg. “La actualidad de lo bello”. Barcelona: Herder, 2002.
[2] Sociólogo de la Universidad de Chicago, cuyo termino “hibrido Cultural” lo propone en 1928.


martes, 31 de julio de 2012

Proyecto Calendarios EJERCICIOS CORPORALES PARA TODO EL AÑO




CALENDARIO 2011 

“…de esta manera la publicidad con su pretendida transparencia y criterios de pragmática discursiva, da cuenta brevemente sobre la razón de ser de los museos: “albergue de tesoros” sin embargo, las imágenes que componen el mensaje audiovisual sugieren y refuerzan códigos que contextualizan y localizan al espectador dentro de la trama-mundo que se pretende promover. Queda claro quiénes albergan los tesoros del mundo y queda claro quiénes son considerados “el mundo” –en su defecto el primer mundo- y por lo tanto del tesoro.”
                 Gerardo Zavarce

En el mundo contemporáneo en donde el dominio de la representación bajo la figura de la imagen, ha servido a los intereses de un pragmatismo liberal adherido a la circulación de signos a manera de productos que se ostentan en el círculo vicioso de la plusvalía propia del capitalismo cultural. Planteamos, por lo tanto tamizar dichas imágenes en forma de rebelión subversiva y transgresora, en tal medida que la ecuación de poder-saber, apegada a la fortaleza de la imagen en el universo oculocéntrico del liberalismo burgués dilapide su fortaleza en una suerte de movimiento doblemente inscrito que nos haga repensar las tensiones y ambivalencias que lo desestabilizan; usando ese poder para en una suerte de dispositivo crítico apropiarse de la imagen utilizada en este caso para producir un calendario y con los mismos mecanismos con los que se publicita la marca[1], se mercantilizará la imagen del productor artístico, retorno irónico al “aura” benjaminiana cuya fortaleza metafórica y su discurso retórico se volcaran pretextos para modificar su misma estructura ontológica estableciendo nuevos parámetros de valoración de la experiencia estética.
Partimos de la premisa de que no hay imagen, discurso o práctica cultural, neutra así como tampoco ideológicamente no comprometida, para poder establecer vías de contrasentido que se enquisten en la imagen (producto de la moda del momento) y que beneficiándose de la fortaleza mercantil que poseen estos objetos en ciertos intervalos festivos del tiempo social[2], logremos generar nuevos dispositivos de distribución social de la experiencia estética.
Hoy más que nunca, nos afrontamos a una forma de hiperestetización de la vida gracias a disciplinas como el diseño y la ergonomía en el marco de lo que los frankfortinos se esmeran en llamar “sociedad del capitalismo desarrollado” y que guiados por una hegemonía planetaria del modelo liberal, se han mostrado serviles a dichos intereses.
Por otro lado, dentro del largo desarrollo de la historia del arte, sobre todo de los últimos dos siglos, persistentemente han sido objeto de crítica los instrumentos de distribución y apropiación social del conocimiento artístico, entonces creemos necesario modificar el espectro tradicional en el que se han emplazado los productos artísticos[3], elevando el discurso crítico a espacios no convencionales expandiéndonos hacia territorios impensados e inaccesibles al utilizar estrategias propias del entendimiento de lo que se ha denominado “bellas artes” restituyendo la figurada banalidad con la que se despliegan.
Por lo que, insistir en el asedio de lo íntimo forzará al espectador a meditar la dinámica del comportamiento público como fundamento para una vida en sociedad, creando un modelo de interferencia que detone el desarrollo cotidiano de este individuo, lo cual nos remite  a  pensar  que,  si existe un proyecto emancipatorio, -un telos- en lo profundo de las prácticas contemporáneas, éste estaría emparentado con el desmantelamiento del exorbitante andamiaje de “la institución arte” en una suerte de proceso de ingerencia en la trama social.
De lo que se trata es de introducirnos en la esfera privada de conciencia individual empotrándonos etéreamente en el imaginario del consumidor así como el territorio en que se ha emplazado el producto.[4] Ya que el objeto como ser autónomo se aparta del producto artístico, confluyéndose en un adorado fetiche, que se aclama como el último vínculo en la metamorfosis de la institución artística hacia la institución de la industria cultural. 
Denso solapamiento que nos invita a especular sobre el agotamiento del gran paradigma de las artes en donde el museo germina como proyecto ilustrado al acaecer de su crepúsculo.
Finalmente concebimos la dificultad que se presenta entre el mundo real y el simulacro[5] en un mundo que a homogenizado los circuitos de realidad, impidiendo diferenciar lo bello de lo feo, lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, y claro lo real de lo simulado, “la ilusión ya no es posible porque la realidad tampoco lo es”[6].

El otro se convierte en la forma de constituir nuestra identidad, en la teatralidad de la vida social, la mirada del otro torna nuestras vidas un espectáculo, “uno no es más que el extra de la escenificación publicitaria del mundo”[7] lo cual nos confina a emergernos en el mundo de ilusión estética






[1] Entendida como la imagen del artista
[2] comienzo del nuevo año
[3] los calendarios, producto de esta curaduría, serán distribuidos en los espacios en donde comúnmente se emplaza dicho producto como: 
     vulcanizadoras, comedores, salones de billar, carnicería, tienda, etc.
[4] mecánica, carnicería, taller, bar, tienda, etc.
[5] Simulacro entendido como lo entiende Jean Baudrillard en “Cultura y Simulacro”, Kairos, Barcelona, 1987.
[6] Baudrilliard Jean, “El crimen perfecto”, Anagrama, Barcelona, 1996, p. 82.
[7] Baudrilliard Jean, “El otro por si mismo”, Anagrama, Barcelona, 1994, p. 16.




 



ARTISTAS PARTICIPANTES:

Gabriela Andrade,
Valeria Andrade,
Miguel Alvear,
Saskia Calderón,
Gabriela Cherrez,
Fernando Falcón (Falco)
Valeria León,
Daniela Miranda,
María José Machado,
Larissa Marangoni,
Sara Roitman,
Paúl Rosero 
Adrián Washco.







lunes, 30 de julio de 2012

LIQÜID LA CIUDAD Y LA MEMORIA




SER COSA





Una estética glacial
Aproximación a la fotografía contemporánea de Rodrigo Etem

“...Tiempo atrás, el cuerpo fue metáfora del alma, después fue la metáfora del sexo, hoy ya no es la metáfora de nada, es el lugar de la metástasis, del encadenamiento maquinal de todos sus procesos, de una programación al infinito sin organización simbólica, sin objetivo trascendente, en la pura promiscuidad por sí misma que también es la de las redes y los circuitos integrados.”
Jean Baudrillard


Cuando observamos los retratos fotografiados denominados “SER COSA” de la serie 2010 del artista Rodrigo Etem lo primero que se me ocurre, por un lado, es el enfoque tanto conceptual como instrumental que el artista utiliza para desestabilizar la lógica de la realidad, generando fisuras en la razón, la cual se encuentra dada por la manera de percibir los objetos que -aunque habituales y cotidianos- se localizan reorganizados composicionalmente de manera distinta, dichos objetos mentalmente nos dan un aura familiar al mismo tiempo  que su distribución provoca un cortocircuito.

Y por otro lado para su análisis, se me ocurre aplicar una suerte de método histórico denominado “prosopografía”[1] (que estudia a la biografía de las personas en tanto miembros de un colectivo social) en la medida en que los personajes de esta serie suscitan problemáticas actuales inmediatas.

Desde esta perspectiva, esta serie de retratos que a primera vista se nos presentan como de seres extraterrestres, una vez que nos compenetramos con las imágenes nos resultan más familiares de lo que aparentan, “humanos demasiado humanos” tal vez más humanos de lo que figuran.

Y es que para la dialéctica negativa de Adorno el problema estaba dado en como ser humano en un mundo hostil para los humanos,  los personajes de Etem nos resultan tan naturales en la medida de que su presencia está fuera de la pose de los retratos de los reyes del pasado, mas bien se asemejan a los obreros, campesinos, gente del pueblo en general, retratados por Gustave Courbet o los realistas[2] de mediados del siglo XIX, estos nuevos realistas son capturados por la cámara en el desarrollo habitual de su diario vivir, en el mundo hostil del desierto o del pantano o de la tempestad.

Dentro de la dinámica del personaje, pareciera que son seres asexuados o mas bien transexuales, no en el sentido anatómico del término, sino en el sentido que Baudrillard le da al transexual como el juego de la indiferencia sexual: 

“Todos somos transexuales. De la misma manera que somos potenciales mutantes biológicos, somos transexuales en potencia. Y ya no se trata de una cuestión biológica. Todos somos simbólicamente transexuales. Cicciolina, por ejemplo. ¿existe una encarnación más maravillosa del sexo, de la inocencia pornográfica del sexo? Ha sido enfrentada a Madona, virgen fruto del aerobic y de una estética glacial, desprovista de cualquier encanto y de cualquier sensualidad, androide musculado del que, precisamente por ello, se ha podido hacer un ídolo de síntesis. Pero ¿acaso Cicciolina no es también transexual? La larga cabellera platino, los senos sospechosamente torneados, las formas ideales de una muñeca hinchable, el erotismo liofilizado de cómic o de ciencia-ficción y, sobre todo, la exageración del discurso sexual…”[3]

En los retratos asexuados de Etem existe igualmente una indeterminación maliciosa en la constitución del humano como ser de goma, instrumento, que forma parte de esa “estética glacial” del mundo moderno, muy parecido a los protagonistas de Baudrillard, quien continúa:

“…el ectoplasma carnal que es Cicciolina coincide aquí con la nitroglicerina artificial de Madona, o con el encanto andrógino y frankesteriano de Michael Jackson. Todos ellos son mutantes, travestis, seres genéticamente barrocos cuyo look erótico oculta la indeterminación genérica. Todos son “gender-benders”, tránsfugas del sexo”[4]

Entonces, continuando con Baudrillard -sí para él- el hombre sentado frente a su televisor con la pantalla vacía en un día de huelga, será la mejor imagen de la antropología del siglo XX, para Etem, la antropología del siglo XXI es la del cavernícola solitario que lleva la televisión sobre sus hombros anexada como gran metáfora de la incorporación de la tecnología ya no solo como accesorio sino como extensión de sus propios órganos, y en este sentido se corresponde con todas las tesis del ser post-humano, tesis que proponen a los accesorios como las gafas, el marcapasos, los zapatos deportivos etc. como extensiones propias del cuerpo ya que nos facilitan ver mas lejos, saltar mas alto, etc. transfigurándonos en seres post-humanos.

Sin embargo, tenemos que tener claro que la fortaleza de estos retratos se encuentra menos en su estética, que en la similitud que ellos poseen con el hombre contemporáneo y su entorno (volcándose en la metáfora del mismo).

Entendido así, la urgencia del hombre actual –en el mundo contemporáneo- por estar siempre en constante avance se ha volcado en la absoluta pérdida de satisfacción ya que en el momento de la gratificación los logros pierden su atractivo en el mismo instante de la obtención de la recompensa, y en este sentido parafraseando a Nietzsche, no se pude -ser hombre- sin ser, o al menos intentar ser -superhombre-.

Continuando con el estudio diríamos que la fusión entre el humano consumidor y el objeto del consumo afirman la ideología propia del individuo cuando deja de ser ciudadano.

Como recordaremos, el nacimiento del “individuo” frente al del ciudadano surge a partir del “proyecto de individualización” que la sociedad moderna bajo la asignación de roles crea, desdibujando la figura de ciudadano y potenciando la figura de socio en un concepto que se re-significa a cada instante, lo que en palabras de Zygmunt Bauman nos diría: “la modernidad reemplaza la heteronomía del sustrato social determinante por la obligatoria y compulsiva autodeterminación. Esto es cierto respecto a la “individualización” durante toda la era moderna”. En tanto, el posicionamiento y la acción colectiva esta dada por los intereses comunes en el “ciudadano”, el cual se desintegra frente a la moderna figura del individuo, el cual a su vez parece que coloniza lo “publico” en favor de lo “privado”.

Entonces, en los retratos de Etem, el personaje solitario “individuo” pretende que se le despoje de todo rastro de colectividad, algo así como el comprador del centro comercial que estando rodeado de una multitud, su contacto con el colectivo es leve y superficial porque no puede distraer su único propósito el de “consumir”, sin embargo, en Etem el consumidor con el objeto de consumo son uno solo, entrando en la fase final del consumismo en donde el objeto mismo nos consume…

Hernán Pacurucu C.
Curador


[1] Como nos dice Wikipedia: “Para la historia, la prosopografía fue desde la antigüedad una disciplina auxiliar cuyo objetivo era estudiar las biografías de una persona en tanto que miembro de un colectivo social, esto es, la vida pública de una persona. Se trata así de ver una categoría específica de la sociedad, estamento, oficio o rango social, por lo general las élites sociales o políticas.”
[2] Honoré Daumier, Jean-François Millet y Jules Breton, Jean-Louis-Ernest Meissonier, Henri Fantin-Latour, Thomas Couture, o Jean-Léon Gerome.
[3] Baudrillard Jean, La transparencia del mal, p 9, ed. Anagrama, Barcelona, 1990.
[4] Baudrillard Jean, La transparencia del mal, p 10, ed. Anagrama, Barcelona, 1990.

      

90s Apelando a los Archivos de la Memoria



Cuando recibí el encargo de realizar una muestra representativa de los noventas en el arte ecuatoriano, lo primero que se me vino a la mente luego de un repaso mental de aquella década, es la diversidad de tendencias que convivieron juntas en una época tan conflictiva, sobre todo de transición en el desarrollo de las artes contemporáneas.

Momento de quiebre en donde cohabitan infinidad de tendencias, conceptos, técnicas, temas, usos, estilos o formas de hacer arte, y cuyo abanico de posibilidades es tan amplio que abarcaría desde  las formas académicas en su más tradicional expresión, hasta lo más abyecto en su más pura aberración, instantes en donde por un lado tenemos un congreso de las Casas de la Culturas del país debatiendo si el plotter digital puede ser considerado obra de arte, y por otro un Marcelo Aguirre adjudicándose el Premio Marco, mientras tanto los concursos y eventos tradicionales  replantean sus bases para acaparar estas nuevas prácticas artísticas por un lado y por otro insólitamente dividen sus premios entro lo convencional y lo novedoso. En tanto las Facultades de Artes trasnochadamente modifican sus sílabos para crear “especialistas titulados” en modos de arte que a pesar de su fragilidad posmoderna, gozan de nomenclaturas pomposas.

Esta orientación del pensar indudablemente se nutre de las  ideas en base a los cambios sociopolíticos previos ocurridos en estos años, así como los procesos que han generado estos cambios, como: la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, el fraccionamiento de la poderosa Unión Soviética, el colapso del socialismo en la Europa del Este, o el final del comunismo y el consecuente fin del proyecto revolucionario, la pos-industrialización consumista, el dominio del dogmatismo neoliberal y el nuevo orden económico transnacional, la indiferencia política acentuada por la apatía de las masas, la crisis de conceptos, el cuestionamiento de las categorías estables que ha llevado a desvanecer las fronteras entre la cultura elitista y la cultura de masas, la estetización de la cultura, la exclusión de la identidad a favor de un régimen global, así como los procesos de redemocratización y el fin de las dictaduras latinoamericanas, la segmentación de los “discursos duros” o las nuevas dinámicas creadas por el efecto de los mass-media, así como los efectos globalizantes que, ayudados por los avances científicos y tecnológicos y sobre todo de la comunicación, han transformado la percepción del mundo, provocando que busquemos nuevas formas de pensar y actuar política y artísticamente.

Sin olvidarnos por otro lado de que los códigos esenciales de cualquier cultura establecen de antemano para cada individuo los órdenes empíricos dentro de los cuales este se identificará, y sobre todo se reconocerá en el interior de su espacio, lo cual nos permite comprender que los cambios ocurridos en los fundamentos mismos de producción de las artes visuales no son el resultado referencial propio de la influencia de los centros hegemónicos, sino más bien la suma de dichas interferencias procesada (licuada) pero ante todo asentada sobre las bases de un criterio previo, el cual ya sea que devenga de la experiencia, de la conciencia, del aprendizaje, etc. permite producir códigos como el mismo arte, el lenguaje, y su eventual ordenamiento y clasificación interesada, que se aleja del producto asimilado (estética caníbal).

Evitándonos el aburrido y sobre todo desgastado debate sobre el “uso” del arte contemporáneo en las periferias, para de esta forma poder abrir una brecha de discusión sobre las maneras en que estas formas de arte (una vez dadas) son seleccionas clasificadas, archivadas e instauradas y posteriormente avalizadas por los manejadores de la cultura.  

Por ello y una vez que nos damos cuenta que toda verdad es una mentira repetida tantas veces que después de un tiempo llega a ser verdad, desde esta perspectiva: “las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son”[1] parafraseando a Nietzsche, quien prueba la imposibilidad de existencia de verdades absolutas, por lo que, la única forma valedera de seleccionar en un colectivo tan extenso y diverso se encuentra dada por la única vía posible, la de la arbitrariedad.

Esta orientación del pensar nos introduce en una manera diferente de seleccionar o clasificar, (uno de lo mayores problemas de quienes trabajan en curaduría del arte) por lo que, y apelando a los archivos de la memoria personal de quien escribe, me limito a recordar algunas de las obras y algunos de los artistas que me cautivaron o me sorprendieron, en el primer caso por su destreza, afinidad, o discursividad (Luigi Stornaiolo, Sara Roitman, Marcelo Aguirre, Julio Mosquera, Xavier Patiño) y en el segundo caso por su capacidad de llevar a los limites de lo que en su momento yo pensaba que podía ser una obra de arte (Adrián Washco, Saidel Brito, Larissa Marangoni, Xavier Blum, Colectivo Zuácatela) tomando en cuenta que en los comienzo de los noventas me estaba formando en la escuela de artes bajo un canon muy clásico, en donde en su momento el valor académico y el trabajo creativo se entendían inferiores a la destreza práctica que dominaba las evaluaciones de aquellos cursos.

Por lo dicho anteriormente, el modelo de participación es un modelo que se sustenta en la arbitrariedad de la experiencia misma, sobre cualquier otro justificativo más conceptual o técnico, cuyo único modo de anclaje en un panorama tan diverso (como ya lo mencionamos) es el uso del gran formato, tal vez el único carácter común de las piezas exhibidas y tal vez según nuestra investigación la única (aunque banal) característica unificadora de todo el arte de los noventas, se encuentra dada en la exuberancia de los formatos de la mayoría de obras del arte ecuatoriano de aquella década.

Es por esto que en esta ocasión rehúso cualquier tipo de búsqueda coherente que me permita justificar tanto la selección, como la gran cantidad de artistas valiosos que no se encuentran en esta muestra y que sin duda también fueron el eje de construcción de una historia ecuatoriana (cualquiera que fuere) del arte contemporáneo.

Demandando la fragilidad de la experiencia y de la memoria como ejes de quien piensa que resulta más honesto afrontar caprichosamente la responsabilidad que cae sobre tan serio encargo, que inventar una historia selectiva pero a la vez despiadadamente injusta. Reemplazándola por un modo mas vivencial e incluso de “gusto” propio: “de jugarse la vida en todo lo que la desborda”[2] esa filosofía de un hombre como Bataille que al igual que Nietzsche odiaba a los filósofos, los académicos y los religiosos; ya que estos intentan buscar la coherencia sistémica en un mundo metafísico, abstracto uni-versal, al margen de la vida y que desencadena soluciones que compensan la necesidad de unidad que ambiciona el hombre como ser fragmentario.

Este desmigajamiento, sin embargo ya no es de un todo (vuelta a lo metafísico), por lo que la unidad nunca existió en tanto, a lo que acudimos es a un ser que resulta a su vez fragmento de la fragmentación de otro fragmento.

Tal vez la única posibilidad honesta de juntar obras de arte tan disimiles en un período extremadamente fragmentario como los 90as, es bajo la premisa  borgesiana de que todo lenguaje sea literatura, ciencia o ficción nunca expresa lo real, ya que el universo no es homogéneo ni ordenado: “[...] notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo. [...] Cabe ir más lejos; cabe sospechar que no hay universo en el sentido orgánico unificador, que tiene esa ambiciosa palabra.”[3], desengaño del  mundo perfecto y ordenado de Platón.

Tesis fundamentada, por la misma ciencia gracias a la mecánica cuántica que hace posible la multiplicación de un solo universo en multiversos por lo que el salto cuántico se da entre mundos paralelos que imposibilitan la agrupación de cualquier objeto (incluido el arte) en un solo, único y hegemónico sistema.

Así, todo intento de clasificación sucumbiría como lo hace Wilkins el personaje de Borges quien pretendió crear un idioma general que organizara y abarcara todos los pensamientos humanos, y a cuya tesis Borges antepone al de una enciclopedia china:

“…atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas paginas esta escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados , (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta calcificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.”[4]

Esta divertida forma de clasificación[5] evidencia la imposibilidad de cobijar bajo un único paraguas conceptual maneras tan diversas, extensas y extrañas en las que se presentan los animales, entendiendo que toda congregación es una construcción arbitraria de cosas, por lo que no solo que no existe un solo universo agrupador bajo el cual se pueda acaparar una clasificación homogénea de cualquier objeto, sino que tampoco existe un solo criterio de selección que agrupase tal unidad.

Ya Foucault en el icónico texto: “Las palabras y las cosas” nos dice que por debajo del ordenamiento de las cosas que nos presenta el mundo, existen  ordenes empíricos, por lo que el orden presente ni es el único posible, ni es el mejor, dado que anterior a las palabras que codifican las cosas, existe una experiencia independientemente del orden y de la razón, que imposibilita una clasificación equilibrada, objetiva y en tanto universal.

Finalmente, debo indicar que todo ese recorrido introductorio se torna necesario para poder definir que el desarrollo de las artes en la década de los noventa en el Ecuador, que se caracteriza sobre todo por su carácter fragmentario  que hace centellar un posible orden que pueda agrupar un determinado discurso, por lo que un ejemplo de dicho carácter fragmentario es esta misma muestra, la cual se perfila tal como describe Hume al referirse al mundo, como el bosquejo rudimentario de algún dios infantil que lo abandona a medio hacer.

Hernán Pacurucu C


[1] Nietzsche Friedrich, Sobre la verdad y mentira en sentido extramoral, en Obras Completas, 5ta edición. Ed Aguilar, 1963, Buenos Aires.
[2] Georges Bataille, Breve historia del Erotismo, ediciones Calden, 1970 Uruguay
[3] Jorge Luis Borges, “El idioma analítico de John Wilkins”, Otras inquisiciones, Emecé Editores, Buenos Aires, p 142.
[4] Jorge Luis Borges, “El idioma analítico de John Wilkins”, Otras inquisiciones, Emecé Editores, Buenos Aires, p 142.
[5] En el mismo libro Borges ejemplifica otra clasificación que demuestra la arbitrariedad de la selección así como la imposible unificación de lo clasificado: “El Instituto Bibliográfico de Bruselas también ejerce el caos: ha parcelado el universo en 1000 subdivisiones, de las cuales la 262 corresponde al Papa; la 282, a la Iglesia Católica Romana; la 263, al Día del Señor; la 268, a las escuelas dominicales; la 298, al mormonismo, y la 294, al brahmanismo, budismo, sintoísmo y taoísmo. No rehúsa las subdivisiones heterogéneas, verbigracia, la 179: "Crueldad con los animales. Protección de los animales. El duelo y el suicidio desde el punto de vista de la moral. Vicios y defectos varios. Virtudes y cualidades varias".








ARTISTAS PARTICIPANTES:

Luigi Stornaiolo
Sara Roitman
Marcelo Aguirre
Julio Mosquera
Xavier Patiñ
Adrian Washco
Saidel Brito
Larissa Marangoni
Xavier Blum
Colectivo Zuákala

IMAGINARIOS DE LA BARBARIE



La dimensión social en la que los productores plásticos contemporáneos de esta ciudad se ven envueltos, nos han llevado a colocar en la mesa de dialogo los supuestos gnoseológicos desde donde estos artistas cimientan las bases estructurales de sus discursos, es por esto que en esta convocatoria proponemos una seria investigación sobre la constitución de estos conceptos implícitos en las producciones del arte contemporáneo cuencano y la relación con los contextos en que tanto el artista como su obra se desarrollan; a la vez que formulamos la caótica hibridez muy propia de nuestros países como el germen que fundamenta estas nociones, entendido así; aventuramos el término “barbarie” en cuanto vemos el absoluto fracaso de quienes apostaron por su contraparte “la civilización” en los más de cien años que nos lleva el proyecto moderno, por lo que, al igual que Raúl Fornet-Betancourt, comprendemos a la “barbarie” no como un proceso anterior a la civilización, sino más bien entendemos a nuestro tiempo “en tanto que tiempo productor y reproductor de “civilización” “barbarie” a la vez”. Por tal razón y en vista de este fracaso, creemos justo desde los imaginarios de la “barbaridad” del otro, es decir desde nuestras perspectivas como pueblos no hegemónicos, construir una historia paralela que nos convierta en actores, y no simples escribanos, reproductores de una historia que no nos corresponde. Es por esto que creemos de suma urgencia realizar un análisis del discurso artístico del arte cuencano y proponemos a los artistas contemporáneos de esta ciudad se interesen por esta investigación.


Hernán Pacurucu C.

viernes, 20 de julio de 2012

Las Ciudades Invivibles







“Tal vez estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y Las ciudades invisibles son un sueño que nace del corazón de las ciudades invivibles.”
Italo Calvino

“El arte como quiebre de la clandestina centralidad de la vida cotidiana: Armada sobre la certeza de su repetición, la cotidianidad es ante todo tejido de tiempos y espacios que organizan para los practicantes los innumerables rituales que garantizan la existencia del orden construido”
Rossana Reguillo

Este proyecto permite reflexionar sobre el componente violento y estridente de las ciudades modernas: estridencia y contaminación visual, auditiva, yuxtaposición de capas sociales, interferencia de señales y signos; además de problemas demográficos y de flujos.
La invitación propuesta a los artistas consiste en establecer dispositivos artísticos con relación al entorno social, para que ellos a su vez saquen a relucir la problemática de vivir en el interior del casco urbano, tomando como punto de partida el desanclaje crítico a los ejercicios de poder que se sobreponen sutilmente en la “inofensiva naturalidad” de lo cotidiano.
Teniendo en cuenta que el espacio de lo urbano, se nos presenta bajo una penumbra libre de toda sospecha en una suerte de “reiteración aburrida” y que, sin embargo, oculta en sus modos de operación unas prácticas y dispositivos que pretenden eventualmente imponer reglas ligadas al poder y que la astuta práctica artística pretende subvertir.
Por lo que el dispositivo artístico como reproche a la domesticación del espacio cotidiano, aspiraría entablar una ruptura crítica a la lógica estatuida de la repetición, entendida como rutina propia de las urbes contemporáneas, además de visualizar las contrariedades de vivir en el espacio saturado, propiciando impulsar procesos colectivos que desborden el curso de lo “previamente establecido” abriendo nuevos senderos críticos que den paso a la articulación de enunciaciones colectivas.

Hernán Pacurucu C.
Curador y Crítico de Arte











ARTISTAS PARTICIPANTES:
Julio Mosquera
Larissa Marangoni
Diego Muñoz
Saskia Calderón
Damián Sinche
Adrián Washco
Valeria Andrade
Aníbal Alcívar
Marcos Sosa
Olmedo Alvarado