martes, 31 de julio de 2012

Proyecto Calendarios EJERCICIOS CORPORALES PARA TODO EL AÑO




CALENDARIO 2011 

“…de esta manera la publicidad con su pretendida transparencia y criterios de pragmática discursiva, da cuenta brevemente sobre la razón de ser de los museos: “albergue de tesoros” sin embargo, las imágenes que componen el mensaje audiovisual sugieren y refuerzan códigos que contextualizan y localizan al espectador dentro de la trama-mundo que se pretende promover. Queda claro quiénes albergan los tesoros del mundo y queda claro quiénes son considerados “el mundo” –en su defecto el primer mundo- y por lo tanto del tesoro.”
                 Gerardo Zavarce

En el mundo contemporáneo en donde el dominio de la representación bajo la figura de la imagen, ha servido a los intereses de un pragmatismo liberal adherido a la circulación de signos a manera de productos que se ostentan en el círculo vicioso de la plusvalía propia del capitalismo cultural. Planteamos, por lo tanto tamizar dichas imágenes en forma de rebelión subversiva y transgresora, en tal medida que la ecuación de poder-saber, apegada a la fortaleza de la imagen en el universo oculocéntrico del liberalismo burgués dilapide su fortaleza en una suerte de movimiento doblemente inscrito que nos haga repensar las tensiones y ambivalencias que lo desestabilizan; usando ese poder para en una suerte de dispositivo crítico apropiarse de la imagen utilizada en este caso para producir un calendario y con los mismos mecanismos con los que se publicita la marca[1], se mercantilizará la imagen del productor artístico, retorno irónico al “aura” benjaminiana cuya fortaleza metafórica y su discurso retórico se volcaran pretextos para modificar su misma estructura ontológica estableciendo nuevos parámetros de valoración de la experiencia estética.
Partimos de la premisa de que no hay imagen, discurso o práctica cultural, neutra así como tampoco ideológicamente no comprometida, para poder establecer vías de contrasentido que se enquisten en la imagen (producto de la moda del momento) y que beneficiándose de la fortaleza mercantil que poseen estos objetos en ciertos intervalos festivos del tiempo social[2], logremos generar nuevos dispositivos de distribución social de la experiencia estética.
Hoy más que nunca, nos afrontamos a una forma de hiperestetización de la vida gracias a disciplinas como el diseño y la ergonomía en el marco de lo que los frankfortinos se esmeran en llamar “sociedad del capitalismo desarrollado” y que guiados por una hegemonía planetaria del modelo liberal, se han mostrado serviles a dichos intereses.
Por otro lado, dentro del largo desarrollo de la historia del arte, sobre todo de los últimos dos siglos, persistentemente han sido objeto de crítica los instrumentos de distribución y apropiación social del conocimiento artístico, entonces creemos necesario modificar el espectro tradicional en el que se han emplazado los productos artísticos[3], elevando el discurso crítico a espacios no convencionales expandiéndonos hacia territorios impensados e inaccesibles al utilizar estrategias propias del entendimiento de lo que se ha denominado “bellas artes” restituyendo la figurada banalidad con la que se despliegan.
Por lo que, insistir en el asedio de lo íntimo forzará al espectador a meditar la dinámica del comportamiento público como fundamento para una vida en sociedad, creando un modelo de interferencia que detone el desarrollo cotidiano de este individuo, lo cual nos remite  a  pensar  que,  si existe un proyecto emancipatorio, -un telos- en lo profundo de las prácticas contemporáneas, éste estaría emparentado con el desmantelamiento del exorbitante andamiaje de “la institución arte” en una suerte de proceso de ingerencia en la trama social.
De lo que se trata es de introducirnos en la esfera privada de conciencia individual empotrándonos etéreamente en el imaginario del consumidor así como el territorio en que se ha emplazado el producto.[4] Ya que el objeto como ser autónomo se aparta del producto artístico, confluyéndose en un adorado fetiche, que se aclama como el último vínculo en la metamorfosis de la institución artística hacia la institución de la industria cultural. 
Denso solapamiento que nos invita a especular sobre el agotamiento del gran paradigma de las artes en donde el museo germina como proyecto ilustrado al acaecer de su crepúsculo.
Finalmente concebimos la dificultad que se presenta entre el mundo real y el simulacro[5] en un mundo que a homogenizado los circuitos de realidad, impidiendo diferenciar lo bello de lo feo, lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, y claro lo real de lo simulado, “la ilusión ya no es posible porque la realidad tampoco lo es”[6].

El otro se convierte en la forma de constituir nuestra identidad, en la teatralidad de la vida social, la mirada del otro torna nuestras vidas un espectáculo, “uno no es más que el extra de la escenificación publicitaria del mundo”[7] lo cual nos confina a emergernos en el mundo de ilusión estética






[1] Entendida como la imagen del artista
[2] comienzo del nuevo año
[3] los calendarios, producto de esta curaduría, serán distribuidos en los espacios en donde comúnmente se emplaza dicho producto como: 
     vulcanizadoras, comedores, salones de billar, carnicería, tienda, etc.
[4] mecánica, carnicería, taller, bar, tienda, etc.
[5] Simulacro entendido como lo entiende Jean Baudrillard en “Cultura y Simulacro”, Kairos, Barcelona, 1987.
[6] Baudrilliard Jean, “El crimen perfecto”, Anagrama, Barcelona, 1996, p. 82.
[7] Baudrilliard Jean, “El otro por si mismo”, Anagrama, Barcelona, 1994, p. 16.




 



ARTISTAS PARTICIPANTES:

Gabriela Andrade,
Valeria Andrade,
Miguel Alvear,
Saskia Calderón,
Gabriela Cherrez,
Fernando Falcón (Falco)
Valeria León,
Daniela Miranda,
María José Machado,
Larissa Marangoni,
Sara Roitman,
Paúl Rosero 
Adrián Washco.







lunes, 30 de julio de 2012

LIQÜID LA CIUDAD Y LA MEMORIA




SER COSA





Una estética glacial
Aproximación a la fotografía contemporánea de Rodrigo Etem

“...Tiempo atrás, el cuerpo fue metáfora del alma, después fue la metáfora del sexo, hoy ya no es la metáfora de nada, es el lugar de la metástasis, del encadenamiento maquinal de todos sus procesos, de una programación al infinito sin organización simbólica, sin objetivo trascendente, en la pura promiscuidad por sí misma que también es la de las redes y los circuitos integrados.”
Jean Baudrillard


Cuando observamos los retratos fotografiados denominados “SER COSA” de la serie 2010 del artista Rodrigo Etem lo primero que se me ocurre, por un lado, es el enfoque tanto conceptual como instrumental que el artista utiliza para desestabilizar la lógica de la realidad, generando fisuras en la razón, la cual se encuentra dada por la manera de percibir los objetos que -aunque habituales y cotidianos- se localizan reorganizados composicionalmente de manera distinta, dichos objetos mentalmente nos dan un aura familiar al mismo tiempo  que su distribución provoca un cortocircuito.

Y por otro lado para su análisis, se me ocurre aplicar una suerte de método histórico denominado “prosopografía”[1] (que estudia a la biografía de las personas en tanto miembros de un colectivo social) en la medida en que los personajes de esta serie suscitan problemáticas actuales inmediatas.

Desde esta perspectiva, esta serie de retratos que a primera vista se nos presentan como de seres extraterrestres, una vez que nos compenetramos con las imágenes nos resultan más familiares de lo que aparentan, “humanos demasiado humanos” tal vez más humanos de lo que figuran.

Y es que para la dialéctica negativa de Adorno el problema estaba dado en como ser humano en un mundo hostil para los humanos,  los personajes de Etem nos resultan tan naturales en la medida de que su presencia está fuera de la pose de los retratos de los reyes del pasado, mas bien se asemejan a los obreros, campesinos, gente del pueblo en general, retratados por Gustave Courbet o los realistas[2] de mediados del siglo XIX, estos nuevos realistas son capturados por la cámara en el desarrollo habitual de su diario vivir, en el mundo hostil del desierto o del pantano o de la tempestad.

Dentro de la dinámica del personaje, pareciera que son seres asexuados o mas bien transexuales, no en el sentido anatómico del término, sino en el sentido que Baudrillard le da al transexual como el juego de la indiferencia sexual: 

“Todos somos transexuales. De la misma manera que somos potenciales mutantes biológicos, somos transexuales en potencia. Y ya no se trata de una cuestión biológica. Todos somos simbólicamente transexuales. Cicciolina, por ejemplo. ¿existe una encarnación más maravillosa del sexo, de la inocencia pornográfica del sexo? Ha sido enfrentada a Madona, virgen fruto del aerobic y de una estética glacial, desprovista de cualquier encanto y de cualquier sensualidad, androide musculado del que, precisamente por ello, se ha podido hacer un ídolo de síntesis. Pero ¿acaso Cicciolina no es también transexual? La larga cabellera platino, los senos sospechosamente torneados, las formas ideales de una muñeca hinchable, el erotismo liofilizado de cómic o de ciencia-ficción y, sobre todo, la exageración del discurso sexual…”[3]

En los retratos asexuados de Etem existe igualmente una indeterminación maliciosa en la constitución del humano como ser de goma, instrumento, que forma parte de esa “estética glacial” del mundo moderno, muy parecido a los protagonistas de Baudrillard, quien continúa:

“…el ectoplasma carnal que es Cicciolina coincide aquí con la nitroglicerina artificial de Madona, o con el encanto andrógino y frankesteriano de Michael Jackson. Todos ellos son mutantes, travestis, seres genéticamente barrocos cuyo look erótico oculta la indeterminación genérica. Todos son “gender-benders”, tránsfugas del sexo”[4]

Entonces, continuando con Baudrillard -sí para él- el hombre sentado frente a su televisor con la pantalla vacía en un día de huelga, será la mejor imagen de la antropología del siglo XX, para Etem, la antropología del siglo XXI es la del cavernícola solitario que lleva la televisión sobre sus hombros anexada como gran metáfora de la incorporación de la tecnología ya no solo como accesorio sino como extensión de sus propios órganos, y en este sentido se corresponde con todas las tesis del ser post-humano, tesis que proponen a los accesorios como las gafas, el marcapasos, los zapatos deportivos etc. como extensiones propias del cuerpo ya que nos facilitan ver mas lejos, saltar mas alto, etc. transfigurándonos en seres post-humanos.

Sin embargo, tenemos que tener claro que la fortaleza de estos retratos se encuentra menos en su estética, que en la similitud que ellos poseen con el hombre contemporáneo y su entorno (volcándose en la metáfora del mismo).

Entendido así, la urgencia del hombre actual –en el mundo contemporáneo- por estar siempre en constante avance se ha volcado en la absoluta pérdida de satisfacción ya que en el momento de la gratificación los logros pierden su atractivo en el mismo instante de la obtención de la recompensa, y en este sentido parafraseando a Nietzsche, no se pude -ser hombre- sin ser, o al menos intentar ser -superhombre-.

Continuando con el estudio diríamos que la fusión entre el humano consumidor y el objeto del consumo afirman la ideología propia del individuo cuando deja de ser ciudadano.

Como recordaremos, el nacimiento del “individuo” frente al del ciudadano surge a partir del “proyecto de individualización” que la sociedad moderna bajo la asignación de roles crea, desdibujando la figura de ciudadano y potenciando la figura de socio en un concepto que se re-significa a cada instante, lo que en palabras de Zygmunt Bauman nos diría: “la modernidad reemplaza la heteronomía del sustrato social determinante por la obligatoria y compulsiva autodeterminación. Esto es cierto respecto a la “individualización” durante toda la era moderna”. En tanto, el posicionamiento y la acción colectiva esta dada por los intereses comunes en el “ciudadano”, el cual se desintegra frente a la moderna figura del individuo, el cual a su vez parece que coloniza lo “publico” en favor de lo “privado”.

Entonces, en los retratos de Etem, el personaje solitario “individuo” pretende que se le despoje de todo rastro de colectividad, algo así como el comprador del centro comercial que estando rodeado de una multitud, su contacto con el colectivo es leve y superficial porque no puede distraer su único propósito el de “consumir”, sin embargo, en Etem el consumidor con el objeto de consumo son uno solo, entrando en la fase final del consumismo en donde el objeto mismo nos consume…

Hernán Pacurucu C.
Curador


[1] Como nos dice Wikipedia: “Para la historia, la prosopografía fue desde la antigüedad una disciplina auxiliar cuyo objetivo era estudiar las biografías de una persona en tanto que miembro de un colectivo social, esto es, la vida pública de una persona. Se trata así de ver una categoría específica de la sociedad, estamento, oficio o rango social, por lo general las élites sociales o políticas.”
[2] Honoré Daumier, Jean-François Millet y Jules Breton, Jean-Louis-Ernest Meissonier, Henri Fantin-Latour, Thomas Couture, o Jean-Léon Gerome.
[3] Baudrillard Jean, La transparencia del mal, p 9, ed. Anagrama, Barcelona, 1990.
[4] Baudrillard Jean, La transparencia del mal, p 10, ed. Anagrama, Barcelona, 1990.

      

90s Apelando a los Archivos de la Memoria



Cuando recibí el encargo de realizar una muestra representativa de los noventas en el arte ecuatoriano, lo primero que se me vino a la mente luego de un repaso mental de aquella década, es la diversidad de tendencias que convivieron juntas en una época tan conflictiva, sobre todo de transición en el desarrollo de las artes contemporáneas.

Momento de quiebre en donde cohabitan infinidad de tendencias, conceptos, técnicas, temas, usos, estilos o formas de hacer arte, y cuyo abanico de posibilidades es tan amplio que abarcaría desde  las formas académicas en su más tradicional expresión, hasta lo más abyecto en su más pura aberración, instantes en donde por un lado tenemos un congreso de las Casas de la Culturas del país debatiendo si el plotter digital puede ser considerado obra de arte, y por otro un Marcelo Aguirre adjudicándose el Premio Marco, mientras tanto los concursos y eventos tradicionales  replantean sus bases para acaparar estas nuevas prácticas artísticas por un lado y por otro insólitamente dividen sus premios entro lo convencional y lo novedoso. En tanto las Facultades de Artes trasnochadamente modifican sus sílabos para crear “especialistas titulados” en modos de arte que a pesar de su fragilidad posmoderna, gozan de nomenclaturas pomposas.

Esta orientación del pensar indudablemente se nutre de las  ideas en base a los cambios sociopolíticos previos ocurridos en estos años, así como los procesos que han generado estos cambios, como: la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, el fraccionamiento de la poderosa Unión Soviética, el colapso del socialismo en la Europa del Este, o el final del comunismo y el consecuente fin del proyecto revolucionario, la pos-industrialización consumista, el dominio del dogmatismo neoliberal y el nuevo orden económico transnacional, la indiferencia política acentuada por la apatía de las masas, la crisis de conceptos, el cuestionamiento de las categorías estables que ha llevado a desvanecer las fronteras entre la cultura elitista y la cultura de masas, la estetización de la cultura, la exclusión de la identidad a favor de un régimen global, así como los procesos de redemocratización y el fin de las dictaduras latinoamericanas, la segmentación de los “discursos duros” o las nuevas dinámicas creadas por el efecto de los mass-media, así como los efectos globalizantes que, ayudados por los avances científicos y tecnológicos y sobre todo de la comunicación, han transformado la percepción del mundo, provocando que busquemos nuevas formas de pensar y actuar política y artísticamente.

Sin olvidarnos por otro lado de que los códigos esenciales de cualquier cultura establecen de antemano para cada individuo los órdenes empíricos dentro de los cuales este se identificará, y sobre todo se reconocerá en el interior de su espacio, lo cual nos permite comprender que los cambios ocurridos en los fundamentos mismos de producción de las artes visuales no son el resultado referencial propio de la influencia de los centros hegemónicos, sino más bien la suma de dichas interferencias procesada (licuada) pero ante todo asentada sobre las bases de un criterio previo, el cual ya sea que devenga de la experiencia, de la conciencia, del aprendizaje, etc. permite producir códigos como el mismo arte, el lenguaje, y su eventual ordenamiento y clasificación interesada, que se aleja del producto asimilado (estética caníbal).

Evitándonos el aburrido y sobre todo desgastado debate sobre el “uso” del arte contemporáneo en las periferias, para de esta forma poder abrir una brecha de discusión sobre las maneras en que estas formas de arte (una vez dadas) son seleccionas clasificadas, archivadas e instauradas y posteriormente avalizadas por los manejadores de la cultura.  

Por ello y una vez que nos damos cuenta que toda verdad es una mentira repetida tantas veces que después de un tiempo llega a ser verdad, desde esta perspectiva: “las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son”[1] parafraseando a Nietzsche, quien prueba la imposibilidad de existencia de verdades absolutas, por lo que, la única forma valedera de seleccionar en un colectivo tan extenso y diverso se encuentra dada por la única vía posible, la de la arbitrariedad.

Esta orientación del pensar nos introduce en una manera diferente de seleccionar o clasificar, (uno de lo mayores problemas de quienes trabajan en curaduría del arte) por lo que, y apelando a los archivos de la memoria personal de quien escribe, me limito a recordar algunas de las obras y algunos de los artistas que me cautivaron o me sorprendieron, en el primer caso por su destreza, afinidad, o discursividad (Luigi Stornaiolo, Sara Roitman, Marcelo Aguirre, Julio Mosquera, Xavier Patiño) y en el segundo caso por su capacidad de llevar a los limites de lo que en su momento yo pensaba que podía ser una obra de arte (Adrián Washco, Saidel Brito, Larissa Marangoni, Xavier Blum, Colectivo Zuácatela) tomando en cuenta que en los comienzo de los noventas me estaba formando en la escuela de artes bajo un canon muy clásico, en donde en su momento el valor académico y el trabajo creativo se entendían inferiores a la destreza práctica que dominaba las evaluaciones de aquellos cursos.

Por lo dicho anteriormente, el modelo de participación es un modelo que se sustenta en la arbitrariedad de la experiencia misma, sobre cualquier otro justificativo más conceptual o técnico, cuyo único modo de anclaje en un panorama tan diverso (como ya lo mencionamos) es el uso del gran formato, tal vez el único carácter común de las piezas exhibidas y tal vez según nuestra investigación la única (aunque banal) característica unificadora de todo el arte de los noventas, se encuentra dada en la exuberancia de los formatos de la mayoría de obras del arte ecuatoriano de aquella década.

Es por esto que en esta ocasión rehúso cualquier tipo de búsqueda coherente que me permita justificar tanto la selección, como la gran cantidad de artistas valiosos que no se encuentran en esta muestra y que sin duda también fueron el eje de construcción de una historia ecuatoriana (cualquiera que fuere) del arte contemporáneo.

Demandando la fragilidad de la experiencia y de la memoria como ejes de quien piensa que resulta más honesto afrontar caprichosamente la responsabilidad que cae sobre tan serio encargo, que inventar una historia selectiva pero a la vez despiadadamente injusta. Reemplazándola por un modo mas vivencial e incluso de “gusto” propio: “de jugarse la vida en todo lo que la desborda”[2] esa filosofía de un hombre como Bataille que al igual que Nietzsche odiaba a los filósofos, los académicos y los religiosos; ya que estos intentan buscar la coherencia sistémica en un mundo metafísico, abstracto uni-versal, al margen de la vida y que desencadena soluciones que compensan la necesidad de unidad que ambiciona el hombre como ser fragmentario.

Este desmigajamiento, sin embargo ya no es de un todo (vuelta a lo metafísico), por lo que la unidad nunca existió en tanto, a lo que acudimos es a un ser que resulta a su vez fragmento de la fragmentación de otro fragmento.

Tal vez la única posibilidad honesta de juntar obras de arte tan disimiles en un período extremadamente fragmentario como los 90as, es bajo la premisa  borgesiana de que todo lenguaje sea literatura, ciencia o ficción nunca expresa lo real, ya que el universo no es homogéneo ni ordenado: “[...] notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo. [...] Cabe ir más lejos; cabe sospechar que no hay universo en el sentido orgánico unificador, que tiene esa ambiciosa palabra.”[3], desengaño del  mundo perfecto y ordenado de Platón.

Tesis fundamentada, por la misma ciencia gracias a la mecánica cuántica que hace posible la multiplicación de un solo universo en multiversos por lo que el salto cuántico se da entre mundos paralelos que imposibilitan la agrupación de cualquier objeto (incluido el arte) en un solo, único y hegemónico sistema.

Así, todo intento de clasificación sucumbiría como lo hace Wilkins el personaje de Borges quien pretendió crear un idioma general que organizara y abarcara todos los pensamientos humanos, y a cuya tesis Borges antepone al de una enciclopedia china:

“…atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas paginas esta escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados , (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta calcificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.”[4]

Esta divertida forma de clasificación[5] evidencia la imposibilidad de cobijar bajo un único paraguas conceptual maneras tan diversas, extensas y extrañas en las que se presentan los animales, entendiendo que toda congregación es una construcción arbitraria de cosas, por lo que no solo que no existe un solo universo agrupador bajo el cual se pueda acaparar una clasificación homogénea de cualquier objeto, sino que tampoco existe un solo criterio de selección que agrupase tal unidad.

Ya Foucault en el icónico texto: “Las palabras y las cosas” nos dice que por debajo del ordenamiento de las cosas que nos presenta el mundo, existen  ordenes empíricos, por lo que el orden presente ni es el único posible, ni es el mejor, dado que anterior a las palabras que codifican las cosas, existe una experiencia independientemente del orden y de la razón, que imposibilita una clasificación equilibrada, objetiva y en tanto universal.

Finalmente, debo indicar que todo ese recorrido introductorio se torna necesario para poder definir que el desarrollo de las artes en la década de los noventa en el Ecuador, que se caracteriza sobre todo por su carácter fragmentario  que hace centellar un posible orden que pueda agrupar un determinado discurso, por lo que un ejemplo de dicho carácter fragmentario es esta misma muestra, la cual se perfila tal como describe Hume al referirse al mundo, como el bosquejo rudimentario de algún dios infantil que lo abandona a medio hacer.

Hernán Pacurucu C


[1] Nietzsche Friedrich, Sobre la verdad y mentira en sentido extramoral, en Obras Completas, 5ta edición. Ed Aguilar, 1963, Buenos Aires.
[2] Georges Bataille, Breve historia del Erotismo, ediciones Calden, 1970 Uruguay
[3] Jorge Luis Borges, “El idioma analítico de John Wilkins”, Otras inquisiciones, Emecé Editores, Buenos Aires, p 142.
[4] Jorge Luis Borges, “El idioma analítico de John Wilkins”, Otras inquisiciones, Emecé Editores, Buenos Aires, p 142.
[5] En el mismo libro Borges ejemplifica otra clasificación que demuestra la arbitrariedad de la selección así como la imposible unificación de lo clasificado: “El Instituto Bibliográfico de Bruselas también ejerce el caos: ha parcelado el universo en 1000 subdivisiones, de las cuales la 262 corresponde al Papa; la 282, a la Iglesia Católica Romana; la 263, al Día del Señor; la 268, a las escuelas dominicales; la 298, al mormonismo, y la 294, al brahmanismo, budismo, sintoísmo y taoísmo. No rehúsa las subdivisiones heterogéneas, verbigracia, la 179: "Crueldad con los animales. Protección de los animales. El duelo y el suicidio desde el punto de vista de la moral. Vicios y defectos varios. Virtudes y cualidades varias".








ARTISTAS PARTICIPANTES:

Luigi Stornaiolo
Sara Roitman
Marcelo Aguirre
Julio Mosquera
Xavier Patiñ
Adrian Washco
Saidel Brito
Larissa Marangoni
Xavier Blum
Colectivo Zuákala

IMAGINARIOS DE LA BARBARIE



La dimensión social en la que los productores plásticos contemporáneos de esta ciudad se ven envueltos, nos han llevado a colocar en la mesa de dialogo los supuestos gnoseológicos desde donde estos artistas cimientan las bases estructurales de sus discursos, es por esto que en esta convocatoria proponemos una seria investigación sobre la constitución de estos conceptos implícitos en las producciones del arte contemporáneo cuencano y la relación con los contextos en que tanto el artista como su obra se desarrollan; a la vez que formulamos la caótica hibridez muy propia de nuestros países como el germen que fundamenta estas nociones, entendido así; aventuramos el término “barbarie” en cuanto vemos el absoluto fracaso de quienes apostaron por su contraparte “la civilización” en los más de cien años que nos lleva el proyecto moderno, por lo que, al igual que Raúl Fornet-Betancourt, comprendemos a la “barbarie” no como un proceso anterior a la civilización, sino más bien entendemos a nuestro tiempo “en tanto que tiempo productor y reproductor de “civilización” “barbarie” a la vez”. Por tal razón y en vista de este fracaso, creemos justo desde los imaginarios de la “barbaridad” del otro, es decir desde nuestras perspectivas como pueblos no hegemónicos, construir una historia paralela que nos convierta en actores, y no simples escribanos, reproductores de una historia que no nos corresponde. Es por esto que creemos de suma urgencia realizar un análisis del discurso artístico del arte cuencano y proponemos a los artistas contemporáneos de esta ciudad se interesen por esta investigación.


Hernán Pacurucu C.

viernes, 20 de julio de 2012

Las Ciudades Invivibles







“Tal vez estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y Las ciudades invisibles son un sueño que nace del corazón de las ciudades invivibles.”
Italo Calvino

“El arte como quiebre de la clandestina centralidad de la vida cotidiana: Armada sobre la certeza de su repetición, la cotidianidad es ante todo tejido de tiempos y espacios que organizan para los practicantes los innumerables rituales que garantizan la existencia del orden construido”
Rossana Reguillo

Este proyecto permite reflexionar sobre el componente violento y estridente de las ciudades modernas: estridencia y contaminación visual, auditiva, yuxtaposición de capas sociales, interferencia de señales y signos; además de problemas demográficos y de flujos.
La invitación propuesta a los artistas consiste en establecer dispositivos artísticos con relación al entorno social, para que ellos a su vez saquen a relucir la problemática de vivir en el interior del casco urbano, tomando como punto de partida el desanclaje crítico a los ejercicios de poder que se sobreponen sutilmente en la “inofensiva naturalidad” de lo cotidiano.
Teniendo en cuenta que el espacio de lo urbano, se nos presenta bajo una penumbra libre de toda sospecha en una suerte de “reiteración aburrida” y que, sin embargo, oculta en sus modos de operación unas prácticas y dispositivos que pretenden eventualmente imponer reglas ligadas al poder y que la astuta práctica artística pretende subvertir.
Por lo que el dispositivo artístico como reproche a la domesticación del espacio cotidiano, aspiraría entablar una ruptura crítica a la lógica estatuida de la repetición, entendida como rutina propia de las urbes contemporáneas, además de visualizar las contrariedades de vivir en el espacio saturado, propiciando impulsar procesos colectivos que desborden el curso de lo “previamente establecido” abriendo nuevos senderos críticos que den paso a la articulación de enunciaciones colectivas.

Hernán Pacurucu C.
Curador y Crítico de Arte











ARTISTAS PARTICIPANTES:
Julio Mosquera
Larissa Marangoni
Diego Muñoz
Saskia Calderón
Damián Sinche
Adrián Washco
Valeria Andrade
Aníbal Alcívar
Marcos Sosa
Olmedo Alvarado

Poliíticas al Borde







ARTISTAS PARTICIPANTES:
Paulina Sánchez
Adrián Washco
Blasco Moscoso
Paulina Ramírez
Maria José machado
Gabriela Bernal
Damián Sinche
Claudio Tapia
Fernando Falconí (Falco)
Juan Pablo Ordoñez
Israel Izquierdo


POLÍTICAS AL BORDE UNA INVESTIGACIÓN SOBRE EL ARTE CONTEMPORÁNEO CUENCANO EN LOS DISCURSOS POLÍTICOS

¿Cómo es posible pensar que la miseria de nuestra vida, y de la vida humana en general, puede constituir una base suficiente para la creación? ¿Cómo cabe pensar que semejante don puede remitirse al vacío de ser, en el que agitamos nuestra naturaleza creada? ¿Cómo podemos pensar la posibilidad de una actividad creativa, cuando, junto a su metafísica imposibilidad, nosotros hemos sido testigos, en el desastre reciente de nuestra revolución, de la incumbencia de la nada?
Toni Negri

¿Qué es lo que pasa cuando el pensamiento se ocupa del fenómeno artístico en interconexión con su sociedad? ¿Qué es lo que se avizora cuando intentamos reflexionar sobre la relación entre el contexto histórico-cultural de nuestros pueblos y el discurso artístico producto de ellos mismos? La dificultad para contestar se hace evidente cuando llegamos a entender que la respuesta no se encuentra únicamente en la sociología del arte, más aún si nuestra proyección apunta a la comprensión de las propuestas del arte contemporáneo, mismo que en su afán por liberarse de su legado histórico ha contraatacado en sus formas más radicales, como son el radio-arte, arte público, art-net o video-arte, todos ellos emergidos en condiciones en que la institución cultural así como el mercado del arte han trastocado hasta el más puro intento de arte fuera del circuito del arte.

En este punto es necesario recordar todos los intentos de las vanguardias modernas por liberarse de la institucionalidad. El arte contemporáneo, más que ningún arte, busca trazar los horizontes que permitan esa relación del discurso artístico en relación con su público. Es por tanto la invitación casi performática de repartirse el pastel, de Juan Fernando Ortega, una indagación sobre la inadecuación de estos antiguos dispositivos especializados, depositarios de una historia lineal, actualmente muy cuestionada, como son: galerías, museos, institutos, etc. De la misma manera que Retratos con Paisaje de Juan Pablo Ordóñez nos plantea una reflexión sobre sus líderes. La complejidad de un debate inconcluso, nos lleva a colocar en la mesa de diálogo las relaciones mutuas del arte con respecto a la sociedad en que éste se aloja; más aún en el instante en que ya nadie puede negar esta interdependencia.

Nos cabe a nosotros por lo menos intentar desentrañar ese complejo entramado de relaciones, que aun de una forma inconsciente han existido desde los comienzos de las sociedades, ya sea desde los remotos tiempos en que el misticismo mágico, encargado al arte, pretendía efectos de curación y sanción, o en las políticas propuestas por el estado mexicano, que desembocaron en el fortalecimiento del discurso socialista cuya más directa vía de interconexión con su sociedad estaba dada por los monumentales murales -interconexión directa- y que repercute a su vez en el surgimiento de sus más grandes representantes inscritos históricamente: Orozco, Siqueiros y Rivera. Así como, las utopías de cambio pretendidas por medio del discurso artístico en el pensamiento revolucionario de los siglos XIX y XX, del que las vanguardias artísticas tanto se valieron en su intento por construir un nuevo orden -sentido de justicia- y sustituir el orden dominante en sus teorías de que al cambiar la forma de hacer arte ésta repercutiría en lo social; a más de la sociedad telemática actual en donde es innegable el papel que los mass media juegan en la multiplicación de esos universos culturales o weltanschauungen (visiones del mundo). Sin embargo, esta sociedad, en lugar de avanzar hacia la auto transparencia -cuyo ideal emancipador es posible estrictamente desde la técnica-, es cada vez más impensable en tanto se revela como ideal de dominio, en una sociedad contemporánea con un aparato comunicacional súper desarrollado, cuyo destino parece orientarse a una -según Vátimo- “fabulación del mundo” término que mantiene relación -y el mismo lo confirmará- con la famosa frase de Nietzsche en un capítulo de “El Crepúsculo de los Idolos” traducido al español como: “el mundo verdadero, al final, se ha convertido en fábula” .

Al exponer esta pluralidad de los mecanismos y estructuras internas con que se construye nuestra cultura -múltiples fabulaciones-, el verdadero éxito estaría en que se vuelvan conscientes de ser tales. Es desde luego oportuno echar un vistazo a las obras “juguetes” Excuadrón de super héroes que Paulina Ramírez  ostenta, el momento que deconstruye la situación del héroe, y el papel que éste ocupa dentro de cualquier sociedad, entendiendo que la vinculación entre los valores heroicos y los valores sociales es fundamental para percibir la metamorfosis que se provoca en la sociedad contemporánea; tengamos presente la relación del héroe como el protagonista, modelo de conducta de una colectividad . La ironía posmoderna presente en esta serie de obras, florecería, entonces como eje de ruptura deliberarte. Ahora bien, el papel que ha jugado el discurso del arte contemporáneo, y aquí cabe sobre todo referirnos al papel que ha jugado el arte posmoderno; entendido éste como un grupo de obras cuyas características resultan totalmente identificables (estilo posmoderno) en la construcción de múltiples historias paralelas y la desarticulación, a su vez, del proyecto de una historia universal linealmente estructurada; con la aparición de la “apropiación artística” -potencializada sobre todo en los noventas- que consiste en un retomar del arte del pasado los clásicos de la historia, para reformularlos dentro de los discursos artísticos actuales, han anulado la posibilidad de un desarrollo histórico ascendente y por lo tanto, han obligado a la historiografía euro-céntrica a enfrentarse con la necesidad de un cambio profundo; sumando a esto la ironía propia de las producciones contemporáneas, (ironía que se hace visible en la utilización de lencería femenina de Maria José Machado y la instalación Mi Poder en la Visión), resultan ser las primeras en advertirnos sobre los peligros de seguir manteniendo un historicismo global.

Indudablemente es cuando la invitación de Israel Idrovo cobra sentido en su intento por construir una historia paralela trasformada en un juego que pretende la enseñanza ya no desde la escolástica, sino desde lo lúdico con un objeto –cosa- de reproducción industrial que desvanece la diferencia entre el objeto museable y el objeto mercantil. Se nos torna igualmente pertinente, el objeto artístico (libro de artista) de Adrián Washco, 1000 maneras de llegar a EEUU, objeto -cosa- que nos incita a recapacitar sobre las grandes contrariedades de como la migración es producto de las políticas económicas de países que como el nuestro anteponen a los intereses del gran colectivo, los de unos pocos. Entendiendo así los grandes comportamientos colectivos en su estrecha relación con las prácticas artísticas, parece que encuentran una forma de existencia social que se plasmaría por un lado en la obra misma entendida como “cosa”, y aquí cabe retomar la reflexión que Martín Heidegger efectúa en su ensayo sobre “El origen de la obra de arte” concibiendo como “cosa” al terreno donde “el arte se esconde”, donde propiamente habita su “enigma”, al ser comparada la “cosa” con el “instrumento” nos refiere que en cuanto que “cosa” la obra de arte convendría ser diferenciada del mero instrumento, es así que en una obra de arte lo que se plasma no es el uso instrumental de los objetos sino más bien la esencia de los mismos, entonces “en la obra de arte, en cuanto que “cosa”, los objetos quedarían purificados de su apariencia instrumental, subjetiva y devueltos a su dimensión esencial como “cosa” reposantes en sí y configuradoras de un “mundo”.

Parece ser, -sin pretender análisis metafísicos sino más bien reflexiones estéticas-, que por otro lado en este “mundo” es en donde funciona la obra de arte como “puesta en obra de verdad” , siendo la obra de arte, la que abre el espacio beligerante entre el hombre el mundo y la tierra; aquí cabe retomar la idea heideggeriana de “dasein” (el “ser-ahí”, la existencia, la “realidad humana”, “el estar”) , el quien del dasein soy “yo mismo”, pero yo soy sólo en la medida en que “soy-con”, como el “existente que se ve “arrojado al mundo” y queda aprisionado en su inmediata “inautenticidad” -sin ir más allá-, lo substancial es deducir el compromiso del artista, en cuanto es el productor de la obra, esta obra por lo tanto, se corresponde a un entramado social -políticas de arte- y como tal, es la constructora de imaginarios colectivos; que por supuesto repercuten interiormente dentro del comportamiento colectivo. comprendido de esta forma, se justifican por si solas las acciones llevadas a cabo por Juan Pablo Ordóñez y Fernando Falconí,  justo el día en que la moneda ecuatoriana, cambió de sucre a dólar.

En este momento, el problema se nos torna confuso, más aún, si evidenciamos los comportamientos complejos de los grupos colectivos que conforman las sociedades, en un análisis retomado de la antropología cultural y su relación con el arte; nos damos cuenta que los comportamientos sociales son cambiantes; dentro de un campo social en donde “lo real es relacional” , en un mundo social en donde no hay vínculos intersubjetivos o interconexiones, sino relaciones objetivas que además coexisten independientemente de la conciencia y la voluntad de los individuos. Entendido así, en una sociedad el “cosmos social”, está constituido por varios microcosmos autónomos, en donde cada campo obedece a una lógica distinta y como tal obedece a sus propias limitaciones, es entonces; en estas luchas de poder (capital simbólico, capital económico, capital jurídico, capital político, etc.), en donde se producen estos grandes desplazamientos y claro, estas grandes mutaciones de los comportamientos culturales, dentro de una determinada sociedad. Podríamos recurrir, a la performance que Paulina Sánchez nos presenta; una acción registrada y presentada como instalación llamada: Rostricidad Aparente en donde es evidente el deslizamiento diverso hacia varios actores sociales, que la autora realiza en su afán de entender el comportamiento social, es, en estas estrategias del juego grupal, en donde se generan esos desplazamientos sociales, de los cuales se desprende, que las sociedades contemporáneas no son estáticas; acaso se van constituyendo a sí mismas indefinidamente, entonces todo individuo sea este artista, sociólogo, antropólogo, crítico o curador, debería tomar en cuenta este argumento al momento de pensar las producciones del arte enfrentadas con las problemáticas presentes dentro de un espacio social  “el estar en el mundo es haber sido arrojado al mundo” , siendo que el cuidado resulta el ser del “dasein”, este como cuidado es la idea que permite entender la temporalidad del “dasein”, en efecto “solo una temporalidad finita, hace posible algo como un destino, esto es, hace posible algo como una auténtica historicidad”. Es entonces claro -si estamos de acuerdo con lo anteriormente dicho-, que deberíamos reflexionar sobre nuestro propósito -propósito del arte-, más aún, si comprendemos al arte como “tácticas para vivir de sentido” , nos damos cuenta que en las sociedades contemporáneas estas prácticas (de producción simbólica) orientadas a la construcción, transmisión y circulación de imaginarios ideas y pensamientos dentro de la esfera pública, son las llamadas a jugar un papel protagonista -absolutamente determinante- intrínsecamente en el gran colectivo.

El papel del artista como “productor”, ya no opera en la escueta y placentera figura -elaborada en el romanticismo y potencializada en la era moderna- del artista como un ser bohemio, construcción simbólico-totémica, figura de escaparate útil a las sociedades, en cuanto representante del caos controlado -simulacro de caos-, vía de escape y desenfreno -hoy ese papel lo asumen las discotecas y centros de diversión mas ya no el arte- . Por lo que al artista como productor le incumbe el ser partícipe en la elaboración de tales imaginarios, ¡vaya compromiso¡ más aún en nuestros tiempos, tiempos paralelos, tiempos periféricos, tiempos de los bordes, diferentes a los tiempos de civilización homogénea y universal que el proyecto universalista de occidente apoyados en la ciencia y la tecnología nos quieren persuadir. Tiempos de “civilización y barbarie”; concibiendo a nuestras colectividades como la “expresión en que se manifiesta la ambivalencia de nuestro tiempo, en tanto que tiempo productor y reproductor de “civilización” y “barbarie” a la vez”. Los tiempos de “civilización” no preceden a los de la “barbarie”, más bien conviven, por lo que no podríamos ver en la alternativa de la “civilización” la solución a los problemas de la humanidad, sino nos veríamos obligados a ver a la “civilización” como uno de los magnánimos problemas de nuestra humanidad. (Establézcase en los videos de Claudio Tapia, Para Nosotros También y de Damián Sinche , esta reflexión dentro de sus obras.

Visto así, el propósito del arte -si podríamos hablar de un propósito en específico- estaría encaminado a estudiar las unidades complejas de significado de la cultura; cultura en que esta práctica artística se gesta y desarrolla, por lo que aquí también cabría no hablar de cultura sino de culturas; que condensan conocimiento, proporcionando sentido a la producción artística más allá o fuera de su estética. Y sino miremos el minucioso proyecto de investigación sobre la cultura del graffiti y de los graffiteros que están expuestos en una instalación que Gabriela Bernal llamada Sopa de Letras. La incidencia que el productor y su producto artístico tienen en el tejido social de la comunidad en la que está inscrita, resulta ser el fundamento que nos lleva a aseverar, que el compromiso del artista se encuentra en restituir su escenario “restablecer los poderes recombinados de pensamiento y voluntad para devolverle al hombre la convicción de que su destino -es materia indecidida, sobre la que a él mismo le cabe toda responsabilidad. Es preciso restaurar el orden de lo político, repotenciar su registro en el dominio de lo público, para incluso, y a partir de ello, re politizar la totalidad de las esferas de la existencia, proceder a una politización radical -porque ello no significa nada más que reconocernos libres y responsables- de nuestras relaciones con todos y cada uno de los escenarios en que nuestra vida se desenvuelve”.

Para terminar, y a manera de conclusión, expondríamos que:

1.- El arte, o las producciones artísticas contemporáneas -para usar términos correctos- expuestas así, resultan ser un documento “social”, social entendido no sólo desde una perspectiva vinculada con un lineamiento ideológico (socialismo), sino más bien entendida desde los parámetros amplios que nos ofrece el término “sociedad”, lo cual nos permite comprender al arte en cuanto es pensado, exhibido y discutido por un grupo colectivo humano -cualesquiera que éste sea-, desde el amigo al que mostramos nuestra obra, hasta el jurado (curador, crítico, galerista, etc.) especializado, que reflexionará teóricamente sobre ésta; es decir, la existencia de la obra sujeta a su coexistencia dentro del tramo social, es la que consiente la razón de ser de ésta, en tanto así el mensaje se torna capital dentro de la misma.

2.- Madurado así, el mensaje desplaza de plano la estética -cualquiera sea ésta- y valora el contenido, por lo que damos paso a un insólito proceso del arte contemporáneo, un arte de concepto, no únicamente vinculado a los procesos lingüísticos e ideáticos de los sesentas y cuyo nombre de una u otra forma coincide con esta propuesta: el conceptualismo norteamericano e inglés, sino que vamos más allá al entender que el uso del arte como concepto no es únicamente propiedad de esta tendencia, sino la trasciende a extremos nunca antes vistos “tal vez sea posible, incluso aclarar aspectos cruciales de un proyecto que se ha subestimado y cuyos objetivos no sólo se opusieron al arte mismo sino que lo trascendieron, esto es, el proyecto de nadar entre dos aguas en medio de una cultura “no-subordinada” a los cánones metropolitanos o centrales. Es pues, desde los límites cambiantes de esta utópica búsqueda que las prácticas eclécticas constituyentes del Conceptualismo en América Latina deben ser enfocadas”.

3.- El propósito de estas formas de arte -que constituyen parte de las tantas miradas que a su vez, proliferan, desde que el planteamiento posmoderno ha dividido al mundo en varias visiones del mundo-, entonces decimos, estaría más próximo a la responsabilidad que carga sobre sus hombros el productor artístico, al ser el constructor de imaginarios colectivos, resulta entendible, que en este traslado de pensamientos es en donde el productor artístico debe tener la suficiente madurez como para que no deba seguir reivindicando la banalidad de una sociedad del espectáculo que nos aniquila por su enorme cantidad de vacío, es entonces, responsabilidad del arte y del productor artístico viabilizar esa carga de contenido -productividad de sentido- que la obra de arte -producción artística- conlleva al interrelacionarse dentro del gran colectivo donde ésta se aloja.


4.- Entender al arte contemporáneo como un fenómeno que rebasa los límites de lo que hasta este momento la institucionalidad artística ha definido como arte, lo cual a su vez permite reestructurar radicalmente tanto a la crítica como a la teoría del arte, obligando a repensar sobre los cimientos de tales estructuras, por lo tanto los difusos <<bordes>> que dividen al arte y a los artistas de los activistas y militantes políticos resultan, en tal punto, casi invisibles; lo cual produce a su vez, la fluidez de estos artistas que admiten generar nuevos y radicales discursos lejos de la concepción moderna del término, fluyendo hacia nuevas y desconocidas maneras que finalmente se proyectan con una carga gnoseológica hacia su sociedad para llenar ese compacto vacío ontológico del mundo.

Hernán Pacurucu C.